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Por Jordi Martínez

Hacia el 1723 nació un tal Adam Smith. Seguramente hasta que no publicó su obra magna “La Riqueza de las Naciones”, en la que defendía la especialización del trabajo como factor clave para incrementar la productividad del trabajo, no fue visto como una persona con verdadero talento.  La clave, desde mi punto de vista, su capacidad de innovación sin ser ajeno al entorno en el que se mantenía inmerso.

 

Por aquellos momentos el término especialización hacía referencia a procesos relacionados con la producción, principalmente. Sin embargo, hoy en día, deberíamos entender la especialización dentro de un abanico de términos más amplio, en el que conceptos como la continua formación, la adaptabilidad-espontaneidad, la sinergia o el talento deberían formar la columna vertebral sobre la que construir las futuras sociedades. Y es en estas sociedades donde no podemos permitirnos caer, de nuevo, en el error de basar nuestro crecimiento en el trabajo, sino que debemos apoyarnos del lado del capital, y sobre todo del humano.

El camino hacia el talento suele dejar indiferente a todos aquellos que se adentran en el por primera vez. Casi sin quererlo, te ves metido dentro de una espiral en la que conforme te vas adentrando, te vas dando cuenta de lo enriquecedora e indispensable que se vuelve dicha actitud ante la vida, porque el camino hacia el talente te transforma a todos los niveles. Es difícil despertar dicha actitud-inquietud de forma espontanea, por ello es indispensable que grupos como Sorolla se dediquen a inculcar a nuestros futuros talentos, desde que son unos niños, todo aquello que envuelve al talento, porque empaparse cuanto antes del talento se convertiría en sinónimo de éxito.

Adentrándonos un  poco más en este innovador, al menos en España, concepto de aprendizaje diremos que se basa en la metodología MORE (múltiples opciones de aprendizaje). Algo tan básico y cotidiano como trabajar en grupo se vuelve fundamental en dicho proceso de aprendizaje. Para llevar a cabo este proceso se agrupa en cada aula a distintos perfiles de niños, los cuales trabajan en grupo complementándose entre siendo así básica la figura del helper que es aquel niño que ayuda a los demás a alcanzar los objetivos preestablecidos. Gracias a esta metodología cada niño se acaba convirtiendo en el helper  de otros niños y así logran un nivel de implicación muy elevado, generando unas sinergias difícilmente alcanzables de otro modo. Cada persona tiene un talento, lo único que hay que hacer es ajustar dicho talento al puesto de trabajo que mejor se adecue al talento de la persona; es por ello que en Sorolla se centran en los distintos estilos de aprendizaje, conociendo las características de cada alumno, potenciando sus virtudes y resolviendo sus carencias lo que permite al alumno satisfacer y superar las expectativas con menor dificultad y de formas más satisfactoria.

“La apuesta del centro se fundamenta en una formación integral, centrada en valores y habilidades sociales”

La pregunta obvia tras este artículo sería. ¿Podemos ser nosotros parte de esa lista de potenciales talentosos que se anticipó / se está anticipando a la mayoría de sus contemporáneos? La respuesta pese a ser ambigua depende de factores clave como la visión de futuro que tengamos. La capacidad de adaptación  que demostremos ante un entorno en constante cambio. Las sinergias que generemos fruto de nuestra capacidad de asociarnos para poder abarcar de forma óptima todos y cada uno de los matices que se nos planteen. Y del esfuerzo en mantener una constante búsqueda de la excelencia, no sólo a nivel profesional sino también como individuos.

No podemos permitirnos el lujo de quedarnos atrás en esta competición por alcanzar el talento, por ello no debemos olvidar trabajar cada día nuestra mirada del talento, que nos hace diferentes y nos aporta ese valor añadido sobre el que giraran las futuras sociedades.

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